SofÃa era una mujer apasionada e independiente, que solo le daba rienda suelta a sus deseos. Era viernes por la noche y Carlos pasó a recogerla sorpresivamente cuando salÃa de su oficina. Sin objeción alguna subió al vehÃculo de él y fueron directamente a su apartamento.
—Ponte cómodo, me daré una ducha — dijo ella al llegar.
El agua corrÃa por su cuerpo tocándose. Su clÃtoris palpitaba, mientras lo acariciaba con sus dedos. Calmaba su deseo estallando en su entrepierna, mezclando su humedad con el agua de la regadera.
Desde afuera, Carlos la oÃa excitado. SofÃa salió de la ducha dirigiéndose hacia su balcón mirando a Carlos sexualmente, mientras la toalla resbalaba por su cuerpo.
La luna llena resaltaba sus sensuales curvas. Él salivaba al verla, tan adictiva y perspicaz…como siempre. Ella se le abalanzó comiéndole la boca. Él se enganchó a ella acariciando su sedosa piel, haciéndola retroceder hasta chocar con el barandal.
—Que rico gemÃas en la ducha, ahora quiero que gimas para mà —le dijo entre susurros al oÃdo.
Deslizó su lengua por el cuello de ella haciendo que jadeara. Se agachó tomando una de sus piernas apoyándola sobre su hombro, y con besos mojados se deslizaba sobre su muslo. Empezó a lamer su sexo, que yacÃa aún chorreado.
—¡Aaah…Aaah! —gemÃa ella suavemente, arqueando su espalda sobre el barandal.
Él enloquecÃa al verla tan desinhibida y solo querÃa penetrarla. Le separó los muslos y se clavó en ella.
—¡Aaah! —Exhaló en un suspiró.
Se la follaba con la más depravada y exquisita cadencia gimiendo a la par. Ambos se dejaban llevar por sus instintos primitivos. Ella volvió a arquear su espalda sobre el barandal permitiendo que él chupara uno de sus pezones, subiendo hasta su cuello y retornando.
SofÃa volvÃa a llegar, gimiendo sin pudor. Sus gemidos se distorsionaban con el ruido de la bulliciosa autopista que quedaba a un costado de su edificio. Carlos no aguantaba más y empezó a descargarse dentro de ella llenándola de su esperma. Hasta disminuir su cadencia, alivianando su sed.
Unas cuantas gotas de semen cayeron sobre el piso, revelando el volumen de su descarga. Atestiguando que lo entregó todo, hasta la última gota en ese balcón.
El amanecer se abrÃa paso, desdibujando de a poco la luna llena. SofÃa deambulaba por su apartamento en una bata roja de seda a medio abrir, dejando entre ver sus extraordinarias curvas desnudas. Tomó un sorbo del humeante café recién hecho cuyo aroma salÃa de la cocina, disfrutando su sabor, mientras observaba la gran ciudad desde su balcón.
Se dirigió a su habitación dejando caer su bata, apreciando sus magnÃficas curvas en el espejo. Tomó a Carlos de la mano y entró a la ducha con él, diciéndole con tono autoritario y mirada retadora:
—Quiero que veas como me masturbo y luego me folles.
Incitándolo a perderse una vez más en su esencia adictiva.
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