Acarició su espalda con los pétalos de una rosa roja, mientras le tocaba suavemente el clÃtoris y los labios vaginales con su otra mano, haciendo que se humedecieran al instante. Deslizó su lengua por la erizada piel de ella, que reaccionaba exquisitamente a sus pulsiones sexuales y, que él sabÃa muy bien cómo despertar.
Empezó a jadear dejándose llevar por el momento, dejando que su cuerpo simplemente fuera libre. El intenso flujo vaginal que producÃa entre su entrepierna revelaba que ya estaba lista para ser penetrada. Él la tomó delicada y firmemente del cabello e insertó su erecto miembro en ella, resbalándose deliciosamente en el vértice de sus piernas.
—¡Aaah! —exclamó suavemente, al sentirlo dentro.
La penetró dos veces fuerte e intensamente y luego bajó hacÃa su palpitante coño, que empezó a lamer desquiciadamente. Ella yacÃa de espadas, en levrette. Él la tomó de los muslos pegando la cara a su sexo. Empezó a lamerlo empapándose en sus fluidos vaginales, masajeando el clÃtoris con su lengua haciendo que ella se chorrear gimiendo intensamente.
Su vagina palpitante lo llamaba una vez más. La penetró con golpes voraces dejando salir todas sus ansias. La tomó de los cabellos acercando el dorso de ella a su pecho sujetándola del cuello, lamiendo y respirando entrecortadamente en su oreja, agarrando y apretando con la otra mano uno de sus senos. Â
Ahora importaba nada más que su placer, la penetraba con egoÃsmo, duro y salvaje, saciando sus perversiones en ella, descargándose con total intensidad dentro de ella, gimiendo sórdidamente, dejando salir con furia todas sus ganas de ella.
Los movimientos salvajes de sus caderas hablaban de la intensidad del momento. Los gemidos se hacÃan más sórdidos e intensos llevándolos al clÃmax total. Haciendo de aquel momento el más adicto de sus encuentros.
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