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  • Foto del escritorKrenCurls

Instinto Sexual

Actualizado: 15 jun 2023


Sus miradas se cruzaron cuando salían del ascensor y ella sintió que le desnudo el alma. Nada obvio pero intenso. Ya habían coincidido antes pero no de esa forma. En ese momento ella se detuvo. Él tan perspicaz se volteó a verla y entre un juego de miradas entraron juntos a su apartamento. Había silencio, pero no era incómodo. Sus miradas estaban conectadas. No hacían falta palabras. Ellas lo decían todo con tan sincera intensidad.


Él tomo su rostro y se acercó, y ella se aferró a las manos de él. Sus labios se juntaron y sus lenguas húmedas se entrelazaron en el más delicioso, jugoso y erótico beso. Sus respiraciones se hicieron más rápidas. Él dejó caer su mano sobre uno de sus pechos y a ella eso le encantó. Posó su mano sobre la de él como invitándolo a explorar. Deslizó sus dedos bajo la blusa de ella y encontró su pezón firme y erizado. Lo masajeo con su pulgar friccionándolo con sus dedos de la forma más exquisita, mientras le besaba el cuello. Ella se erizó por completo. Ya no solo su pezón estaba erizado. Se maravilló de no haber usado sujetador esa mañana.


De repente fue sintiendo como se humedecía su entrepierna. Tomó la otra mano de él y la deslizó dentro de sus jeans hacía su vagina húmeda y palpitante de placer. Él se excito aún más al sentirla tan mojada susurrándole al oído:


—Que rica estas.


—Siii — respondió ella entre gemidos.


Inmediatamente su mano salto al pantalón de él y con tal agilidad se lo zafó, y de manera intensa tomó su pene sintiéndolo húmedo y firme como una roca.


—¡Aaah! —dijo ella entre sollozos.


En un intercambio cómplice de miradas rompieron el hielo. Se deshicieron de la ropa y se empezaron a desnudar de manera apresurada y ansiosa.


Él por fin halló los senos de ella desnudos, hermosos y perfectos. No esa perfección que imponen las revistas de moda. Eran perfectos porque eran de ella, de su rostro lujurioso. Con tal atención los admiró y exploró.


Entre manoseos morbosos y besos perversos la llevó a la habitación. La tumbó sobre la cama y la admiró por unos segundos tan divina, tan sexy, tan sensual. Sumergida en un placer libidinoso que lo enloquecía. Lo llamaba con mirada penetrante y lujuriosa, haciendo que él le introdujera una vez más su lengua en su boca, mientras le estimulaba el clítoris en el punto exacto, con tal perfección que la embriagaba de placer haciéndola gemir extasiada.


Él la observaba completamente excitado. Realmente lo estaban disfrutando. Ella llevó sus manos hacia sus senos y empezó a estimularlos mientras lo miraba incitada como invitándolo a que los chupara. Sin dudar, él descendió, chupó y lamió uno de sus pezones una y otra vez. Ella se arqueaba de placer, mientras le acariciaba el cabello.


—¡Aaah! —decía completamente deleitada.


Él empezó a descender con besos mojados por su abdomen hasta llegar a su vagina mojada y palpitante. Separó sus muslos agarrándolos firmemente, besándolos, llegando su clítoris, que lamió deliciosamente.


Ella gemía una y otra vez sintiéndose fuera de sí, completamente desinhibida. Él continuó hasta que ella con respiración entrecortada terminó. Subió impregnado de su olor. Ella fatigada y extasiada se acercó besándolo salvajemente, obligándolo a ponerse en pie.


Lo miró al instante que se mordía el labio inferior. Le agarró el pene y comenzó a chupárselo. Él jadeando le sujeto el cabello con una de sus manos. Ella continuaba. Lo introducía por completo en su boca y lo sacaba, repetía esto una y otra vez al tiempo que le acariciaba las bolas. Empezó a chupárselas mientas le estimulaba el pene. Él no paraba de jadear. Continuaba sujetándola del cabello, como controlándole los movimientos.


Ella se detuvo. Se tumbó en la cama y abrió sus piernas. Él estaba embelesado en ella. La tomo de los muslos halándola hacia él, subiéndole las piernas a sus hombros. La penetró, teniendo todo el control. La tenía justo como él quería.


Introdujo su erecta verga en el coño de ella. La penetró con sevicia, duro y salvaje haciéndola vibrar. La humedad de su coño producía un chapoteo exquisito cada vez que él entraba, excitándolo aún más. Jadeando juntos.


La tumbó de costado sobre la cama, tumbándose a su lado. Ella abrió sus muslos para que él entrara. Él se aferró a ella penetrándola al tiempo que le chupaba el cuello y parte de su oreja. Ella jadeaba con respiración entrecortada, sintiendo la respiración entrecortada de él.


Sus cuerpos empapados en sudor se hacían uno solo. El rose de su espalda con el torso de él era extraordinario. Sus cuerpos se balanceaban al mismo compás. Cada espacio de la habitación olía a sexo, nada más importaba en ese momento.


Se perdían el uno en el otro. Él se aferraba a ella sintiendo como estallaba su verga al penetrarla en esa posición. Ensartándola hasta el fondo, chapoteando dentro de ella.


Ella se arqueó para besarlo y ahí lo monto como a un potro, dominándolo. Le lamió y besó la barba y el cuello. Fue descendiendo por el pecho y abdomen hasta llegar a su verga, que introdujo otra vez más en su boca. Volvió a montarlo bamboleándose, jadeando junto a él.


Empezó a moverse más rápido estallando en su clítoris, sintiéndose fuera de sí. Arqueó su cabeza gimiendo desinhibida. Su orgasmo era exquisito. Él la sujetó de las caderas gimiendo con ella. Llegaban juntos, era realmente majestuoso.


Ella fue disminuyendo el ritmo de su vaivén haciendo su gemido más suave, dejándose caer sobre el pecho de él completamente exhausta.


Los brillos del sol lo sorprendieron por su ventana, como trayéndolo nuevamente a la realidad. Al reaccionar, solo encontró un trozo de papel al lado de su cama que decía:


—Fue un gusto conocerte… Aleja.


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